Las terapias contextuales o de tercera generación han
supuesto una nueva forma de abordar los problemas psicosociales.
Han puesto de relieve varios aspectos:
(1) La importancia de las funciones del lenguaje mayormente
limitantes en el contexto sociocultural
para producir los llamados trastornos psicológicos.
(2) El desarrollo de
una potente base experimental fundamentada en la teoría del marco relacional y
la investigación en procesos de condicionamiento operante y respondiente (
"modelo psicopatológico")
(3) Plantean una nueva forma de tratar los problemas
psicosociales ("modelo de terapia") que no pasa por el ensañamiento
contra el síntoma sino más bien la renuncia contra la lucha por eliminarlos o
controlarlos desde el enmarque o
contexto de los valores de la persona; buscando que la vida de esta sea más
significativa y relevante.
(4) Han estimulado una fuerte revitalización del conductismo que no estaba muerto pero si en
horas bajas.
Sin embargo después
de casi 40 años de desarrollo estas terapias con sus múltiples variantes,
fuentes de referencias y sus diversos modelos transdiagnósticos
(inflexibilidad, problemas del yo, regulación emocional, etc.) presentan a
nuestro parecer una serie de carencias que podemos englobarlas en 4 apartados:
(Es importante advertir que estas cuatros carencias son también aplicables al
resto de las terapias psicológicas sean contextuales o no).
1º-Falta de Materialidad: A pesar de la importante y
relevante investigación de la teoría del marco relacional desde potenciales
contextos socio-verbales se evidencia en esta un importante sesgo hacia un
"linguismo autónomo" (a veces presentado resumidamente como
insensibilidad a las contingencias directas por el efecto predominante de las
reglas verbales aprendidas) comentando muy superficialmente el efecto de los
poderes sociales sobre esas funciones lingüísticas de genérico (reglas pliance,
tracking y aumenting por ejemplo) sin especificar que prácticas culturales
concretas y que malas situaciones sociales las producen , y si lo hacen es de
modo bastante superficial.
Otras veces se centran, en sus versiones más analíticas, en
considerar el despacho como una caja de Skinner donde el terapeuta aplica
contingencias a lo dicho y hecho por el consultante buscando modificar su
conducta, ignorando por completo toda la gama de contingencias más distales de
tipo organizacional y social para ambos actores del drama terapéutico, y después
bajo un manto de cientificidad con registros o tasas de conductas generalizan
sus aportes a las intervenciones psicosociales con el marchamo de "basado
en la evidencia". Sin embargo el poder modificador de estos actores es
ínfimo en comparación con las intervenciones sociopolíticas generales e incluso
en comparación con las múltiples interacciones cotidianas en las relaciones
entre las personas.
Solo durante ratos de 10 a 60 minutos cada x tiempo aparece una "ilusión de control"
que si bien es real en el cambio de algunas personas no deja de ser escasa en
comparación con los dramas cotidianos de millones de personas.
Incluso a veces
presentan una especie de teoría macro-evolutiva para dar cuenta de la raíz
social de estos efectos del lenguaje pero sin especificar los contextos
sociales, los poderes que sostienen las diferencias y malas situaciones
concretas en el momento histórico
actual. Tampoco especifican las condiciones materiales, organizacionales e
institucionales desde donde los terapeutas ejercen su trabajo y el tipo de
población al que suelen atender con más frecuencia, pasando habitualmente a
reproducir el modelo “hollywoodense” del terapeuta en su despacho con el
cliente y lo que hablan ambos con abstracción de otros contextos y contingencias
distales más allá del intercambio verbal de ambos; y esto muchas veces es así
también para los que se posicionan desde la "seriedad del análisis
aplicado de la conducta".
Se hace necesaria una alternativa más socio psicológica, que
probablemente se acerque bastante a los planteamientos actuales de Bernard Guerin y toda su relectura de la
psicología, la psicopatología y la terapia; así como a otros nuevos enfoques
como el del llamado Marco de Amenaza, Poder y Significado propuesto por
psicólogos británicos.
No se trata no
obstante de derrocar todos los aportes previos de las tres tradiciones
cognitivas conductuales sino más bien de reenmarcarlas en un contexto social
más amplio y específico donde nuevas formas de intervención se puedan
desarrollar y llegar a más personas.
2º-Falta de Humildad: La epidemiología de los llamados
trastornos mentales no para de crecer a pesar de todos nuestros conocimientos e
intervenciones contextuales y no contextuales (neurociencias, biomédicas,
cognitivas conductuales, etc.). No está tampoco muy claro que las evidencias de
las terapias contextuales sean superiores a las de las terapias
cognitivas-conductuales de segunda generación, y aún menos del enfoque basado
en procesos que pretende integrar las tres generaciones cognitivas-conductuales.
Existe además una clamorosa falta de publicaciones sobre las tasas de abandonos
y fracasos de estas terapias y también de la incidencia de problemas
psicosociales serios entre los propios terapeutas (cuando la mayoría de las
investigaciones apuntan que casi el 40% de los psicólogos y psiquiatras están
afectados por problemas de intentos
suicidas, depresivos o de consumo de sustancias relevantes).
El techo en el sistema sanitario mundial de la OMS al que
llegó la terapia contextual fue la elaboración de una guía de autoayuda basada
en la ACT para el manejo del estrés-Covid planteado por Russ Harris que
transcurrió paralelo a una serie de intervenciones en varios países sobre la
aplicación de intervenciones basadas en la
flexibilidad para sanitarios y poblaciones dianas, obteniendo ciertos
éxitos, pero en un contexto más amplio donde fueron acompañadas la mayoría de
las veces por la creación de medidas institucionales y la creación de redes de
apoyo en paquetes amplios de intervenciones; pero cuyo impacto pasó a segundo
plano frente a la pujanza tradicional de las terapias individuales como método
habitual de exportación estado-unidense de hacer terapia psicológica.
En España el número de
psicólogos autodenominados contextuales es realmente ínfimo, no más del 16% del
total frente a la abrumadora mayoría de la adscripción al modelo CBT
tradicional beckiano o cognitivo-conductual de segunda generación, aunque esto
está cambiando lentamente en parte promovido por sus propios gurús (Hayes y
Hoffman, p.e).
Es necesaria una
alternativa basada en la humildad y en la búsqueda de conexión con otros
enfoques psicosociales afines que den un cuerpo de intervención más amplio y
diferente a solo la terapia individual de despacho.
3º-Falta de Grupalidad y mayor énfasis en lo público: Casi la
mitad de las intervenciones contextuales a nivel mundial se hacen en formato de
terapias de grupos, en su mayoría fuera de los Estados Unidos y muchas de ella en contextos públicos; siendo minoritaria su
representación en los textos seminales de estos enfoques, con la excepción de
la DBT y algunos talleres de "crecimiento personal" en la
psicoterapia analítica funcional.
De hecho de los 5 manuales estado unidenses de referencia
oficiales de la FAP, solo hay un
capítulo en uno de ellos dedicado a la terapia de grupo, cuando la realidad
mundial es bien distinta en la aplicabilidad de las terapias de grupo. En el
caso de la ACT si existen más publicaciones grupales pero en general siguen
siendo minoría respecto al formato individual de terapias.
Hay sin embargo notables excepciones en la terapéutica
contextual tanto en lo grupal como en la aplicación en el ámbito sanitario
público (que es donde realmente se interviene con la mayoría de la población a
nivel mundial) como son el caso de las iniciativas abaladas por el colegio
británico de psicología tanto de las terapias cognitivas conductuales en el
sistema público donde se han consolidado (de las tres generaciones) y la
propuesta firme de una concepción alternativa
al modelo biomédico de fallo bioquímico en las psicosis llamadas funcionales.
En este sentido en el
ámbito tanto hispanoamericano como internacional, el enfoque ACT por niveles en psicosis-modelo
ART (Juan Antonio Díaz y cols.) está suponiendo un fuerte empuje de enfoques
contextuales y afines (diálogo abierto, propuestas postpsiquiátricas, etc.)
cambiando el orden de la prioridad biomédica por la prioridad contextual,
relacional, biográfica y social.
Otros notables aportes han partido de las propuestas de la
pareja Patricia Robinson y Kirk Strolshal (este último cofundador de la ACT) en
el ámbito de la sanidad pública, especialmente en atención primaria donde han
desarrollado un modelo de Salud Conductual (que integra a su vez un modelo de
intervención breve de ACT focalizada o "FACT") en el contexto más
general del hospitalocentrismo/predominancia de los seguros privados para las
clases pudientes vs mayoría de la población con menos recursos; atención
dominante anti-atención primaria en EEUU. También a esto se suma la DBT
ampliamente usada en el contexto público.
Sin embargo "nos nutrimos habitualmente del pasto"
estado unidense de las terapias en esos contexto de desigualdad clamorosa.
En este apartado hay
que incidir que desde los estamentos universitarios al plantear las
intervenciones psicológicas y la difusión de manuales de terapia, las terapias
grupales y las intervenciones en contextos públicos están infrarrepresentadas a
pesar de que en la realidad existe una
notable diferencia entre estas versiones y las potencialmente eficientes en
esos contextos públicos
4º-Falta de Conexión con otros enfoques afines
relevantes: Aunque los enfoques
contextuales hacen gala de un notable eclecticismo técnico y de estrategias, integrando por ejemplo
muchos procedimientos de la modificación de conducta tradicional con otros más
novedosos como los ejercicios experienciales, el análisis funcional de las
interacciones verbales en las sesiones, el uso de metáforas o los procedimientos de mindfulness; sin
embargo a veces incluso dentro de sus propias teorías funcionan en parte
manteniendo sus propios nichos teóricos particulares en sus formas de terapias
específicas para diferentes problemáticas apareciendo ocasionalmente un
movimiento más integrador (por ejemplo ACT con FAP en la otra versión
de FACT, no solo la focalizada) y hasta a veces con dificultades más o
menos grandes de integrarse con toda la tradición conductual previa; amén de
sus versiones más cognitivas, mediacionales u operantes con sus seguidores y
detractores, convirtiendo a veces el "fuego amigo" en más peligroso
que el enemigo (a la postre el modelo biomédico predominante).
Pero lo más grave, a nuestro criterio, no son las guerras
intestinas divisorias, sino la marginalidad en que caen todo el conjunto de las
terapias contextuales (y aún toda la tradición analítica conductual con su
ropaje tecnocrático estilo ABA) a pesar de su "autobombo de lo más
avanzado con una fuerte base evidencial y experimental" cuando se le
compara con el desarrollo e implantación del modelo biomédico, los sistemas
diagnósticos tradicionales y las formas de organizar los sistemas sanitarios
mundiales, amén del escaso interés general de estos enfoques más centrados en
"el caso individual" (una copia del modelo biomédico vía ratita que
aprieta la palanquita en diseños n=1) en vez de tener (o complementar lo
anterior) con una mirada social y política más comprometida en aras de una
supuesta asepsia científica libre de valores y basada en la bata blanca del
laboratorio, si es que eso no es sino
una especie "delirio compartido"
por grupos de seguidores de estos planteamientos con el reforzamiento simbólico
de experimentar una especie de "ser en el mundo alguién especial" por
encima del resto, aunque públicamente esté mal visto afirmar esto (salvo en la
pleyade habitual de los espacios de facebook) .
Es necesario pues
buscar nuevos aliados (no solo en el campo de la CBT en la línea de Hayes y
Hoffman), sino también las afinidades con otras propuestas alternativas al
modelo biomédico imperante; donde Marino Pérez Álvarez ya habla de algunas
de estas dentro de la psicología; y
apuntamos nosotros, incluso en una mirada y colaboración aún más amplia y
estrecha con las propuestas postpsiquiátricas que mantienen una doble ligazón
tanto a lo evidencial como a lo social.
Por supuesto que estas consideraciones están abierta al
debate, a las modificaciones y las correcciones necesarias, pero como punto de
partida las consideramos suficientes para la mejora y actualización de las
terapias contextuales.
Bibliografia principal: