En la historia de la psicología hay una tendencia reiterada
entre algunos de sus exponentes a "exportar" sus planteamientos a
grandes cuestiones sociales desde varias perspectivas como, por ejemplo:
1-Neopsicoanálisis de los 50 a los 70: Fromm, Horney, p.e.. y
que se relacionó con el movimiento marxista en el contexto contra
revolucionario de mayo del 67, etc. Se buscaba poner en evidencia las
estructuras "neurotizantes" de la población.
Resultados: Positivo en cuanto poner énfasis en el efecto de
determinadas prácticas culturales en los problemas emocionales de las personas.
/Negativo: Las propias reivindicaciones fueron incorporadas por el sistema
dominante a "betselleers" sin mucha trascendencia.
2-Psicología humanista que pretende cambiar a las personas
"desde dentro" y que tuvo una fuerte influencia en ámbitos religiosos
en los años 80 en una perspectiva rogeriana.
Resultados: Positivo en cuanto a tener en cuenta los aspectos
emocionales en la práctica de las funciones de los religiosos/ Negativo:
Cuestionar principios teológicos que dan cohesión comunitaria a estos grupos
religiosos (crítica desde una perspectiva cristiana).
3-Psicología adleriana que en la época previa al nazismo
(década de los 30 del siglo XX) en Alemania y Austria y bajo gobiernos
socialdemócratas difundió un estilo educativo para maestros y padres en
problemas infanto juveniles.
Resultados: Positivo en cuanto a desarrollar por primera vez
centros especializados en la atención de problemas psicológicos en niños y sus
familias poniendo énfasis en la colaboración social/ Negativo: Sujeto a los
vaivenes políticos de aquel momento, siendo suprimidos por el régimen nazi a
continuación.
4-Psicologías cognitivas y constructivistas: Han tenido más
influencia en el campo pedagógico a nivel social que solamente en el campo
clínico (que también en la rama "evidencia" cognitiva-conductual).
Resultados: Positivos-quizás apuntar hacia los aspectos
subjetivos o "mentales" o "debajo de la piel" y su papel en
la conducta (recuperados por el contextualismo desde otra perspectiva
funcional)/ Negativos: Resultados más que cuestionables en el ámbito educativo
aun habiéndose apoyado en políticas estatales de alta difusión en centros
educativos de todo un país (El caso español es llamativo).
5-Psicología conductista con obras como Walden Dos (Skinner)
y similares pero que a nivel práctico tuvo un impacto limitado en el ámbito
educativo y militar (proyecto pelícano en la II Guerra Mundial) y que
actualmente se ha trasladado a ámbitos como "Prosocial"
(Contextualismo e la línea de ACT); Movimiento ACL (En la línea de FAP) o
Proyectos de cambios de hábitos culturales (en la línea de los analistas de
conducta brasileños).
Resultados: Positivo en el desarrollo del análisis funcional
de la conducta como herramienta de análisis de la conducta y el análisis
aplicado de la conducta a diversos problemas humanos de la llamada o mal
llamada salud mental; aplicaciones educativas concretas, difusión de como se
ejerce el poder mediante varias instancias sociales (Skinner-"Ciencia y
conducta humana" p.e); promoción de la colaboración en la resolución de
problemas humanos (en una línea similar al interés social adleriano previo
mediante el prosocial y el ACL p.e), contribuciones al entendimiento de
prácticas sociales en base a la psicología operante y la RFT; etc. /Negativos:
Confunde el nivel teórico con el control real de quienes tienen el poder social y pueden ejercerlo
atribuyéndose un capital de intervención fantaseado más que real tras 100 años
de conductismo y o cognitivo-conductual de primera-segunda-tercera generación
Resultado actual de todo lo previo:
-Impacto real de todas estas tendencias “Muy, muy limitada
para cambiar aspectos sociales de gran calado".
-Y sin embargo siguen con sus proyectos salvíficos a veces
grandilocuentes y hasta megalomaníacos.
-Efecto real: Generar polémicas, atraer públicos ávidos de lo
inmediato y alejar a las personas de otras actividades que sí que podrían
mejorar más las condiciones desfavorables (pero no de manera salvífica).
Esas actividades "alternativas a estos aspectos
salvíficos" están en el campo de la política, aspecto ya señalado hace
siglos por Aristóteles.
Que estas propuestas psicológicas puedan insertarse en las
actividades políticas son viables, pero también recordando que no todos los
psicólog@s del mismo enfoque teórico van a tener las mismas concepciones
ideológicas.
Habitualmente, por ejemplo, se suele presentar lo conductual
como ligado a posiciones progresistas e izquierdistas, cuando la realidad es
que el propio Skinner se posicionó más en una actitud liberal de centro o
derecha moderada (para algún anarco liberal); y otros muchos conductistas
presentan diversidad de ideologías hasta contrapuestas. "Unificar"
todo esto es más ilusorio que real.
Para algunos incluso la psicología en conjunto es una
expresión neoliberal poniendo el acento de los problemas en averías o fallas
del sujeto concreto más que en sus condiciones de vida ejerciendo un poder de
"ocultación y canalización" de esos malestares.
Y para otros la psicología debe denunciar las condiciones
socioculturales perpetuanes del malestar emocional de las personas sin que esto
encuentre una canalización fuerte de influencia (salvo quizás en la psicología
feminista ligada al género) sin que esto tampoco se traslade en acciones de
gran calado social o lo haga a cuenta gotas y con vaivenes en función de
intereses políticos del momento.
Dicho de manera resumida: Sin la actividad política las
diversas y variopintas propuestas psicológicas de "cambiar o mejorar el mundo" son fantasías de
sillón.
Si tú como psicólog@ estás interesado en mejorar las
condiciones de vida de las personas tienes varias opciones;
-Dedicarte a la investigación y como repercute-se usa en
aplicaciones psicosociales concretas.
Y/o…
-Dedicarte a la práctica aplicada de la psicología en el
ámbito educativo, organizacional, laboral o clínico y ayudar a los colectivos
relacionados con estos ámbitos (o hacerlo mediante organizaciones no
gubernamentales tipo ONG, religiosas, etc.)
-Articular todo lo anterior con actividades políticas.
-Eso sí, recuerda como les decían a los emperadores,
cuando entraban triunfantes en Roma, “que solo eres humano” y no un semidios en
la tierra.
A continuación, presento un debate imaginado entre Steven C. Hayes (autor de Sal de tu mente, entra en tu vida y creador de la Terapia de Aceptación y Compromiso, ACT) y Bernard Guerin (autor de Reimagining Therapy through Social Contextual Analyses) sobre la mejor manera de entender el comportamiento humano y aliviar el sufrimiento psicológico. Este intercambio es directo entre ambos, sin moderador y sin necesidad de llegar a un acuerdo, reflejando fielmente las posturas que ambos sostienen en sus respectivas obras.
Steven Hayes:
Bernard, desde ACT entendemos que mucho del sufrimiento humano proviene del modo en que nuestra mente verbal intenta controlar la experiencia interna. El lenguaje, esa herramienta tan poderosa, nos lleva a evitar lo que sentimos y pensamos, lo que paradójicamente intensifica el sufrimiento. Nosotros proponemos un enfoque centrado en la aceptación, la defusión y el compromiso con los valores personales para cambiar la relación que tenemos con nuestras experiencias internas
Bernard Guerin:
Steven, lo que planteas tiene valor, pero sigues asumiendo que el problema está dentro del individuo. El sufrimiento humano no se origina en pensamientos que deben observarse con distancia, sino en situaciones sociales restrictivas y opresivas. Las conductas llamadas “trastornos mentales” son respuestas adaptativas a contextos de vida limitantes. Lo que necesitamos no es cambiar la forma en que las personas piensan sobre su dolor, sino cambiar las condiciones sociales que lo generan
Hayes:
Pero el sufrimiento existe incluso en contextos sociales favorables. No es necesario tener un trauma social para experimentar ansiedad o desesperación. El dolor humano es universal y en gran parte inevitable. Lo que proponemos no es resignación, sino una manera activa de comprometerse con una vida significativa, incluso en presencia de ese dolor
Guerin:
El dolor no surge en el vacío. Incluso tu ejemplo de la lucha interna tiene un contexto social: ¿por qué la persona se ve obligada a luchar consigo misma? Porque su contexto le ha enseñado que ciertos pensamientos o emociones no son aceptables. La psicología, como disciplina, ha fracasado en su intento de explicar el comportamiento humano porque ha intentado localizar las causas “dentro” del individuo en lugar de estudiar los sistemas de opresión, desigualdad, exclusión y normas culturales que configuran la conducta
Hayes:
No niego que los contextos importen. De hecho, ACT nace dentro del análisis de conducta y la teoría contextual del lenguaje (RFT). Pero no puedes simplemente cambiar la sociedad para aliviar el sufrimiento individual, especialmente cuando muchas personas no tienen control sobre esos cambios. ACT empodera a las personas para actuar en función de lo que realmente importa, incluso cuando las circunstancias no cambian
Guerin:
Y sin embargo, muchas personas fracasan en esa empresa porque la terapia ignora su situación vital: precariedad laboral, racismo, violencia estructural, aislamiento. Tú puedes enseñarles a aceptar, pero si su entorno sigue siendo hostil, lo que haces es adaptarlos a una situación inaceptable. Yo propongo una “terapia sin terapeuta único”, una red de apoyo social que actúe sobre los contextos reales de vida
Hayes:
Tu propuesta es valiosa, pero también es idealista. No siempre es posible cambiar el entorno de una persona. A veces, lo único que queda por hacer es cambiar la forma en que uno se relaciona con sus pensamientos, emociones y valores, y desde ahí actuar.
Guerin:
Idealista sería pensar que podemos arreglar el sufrimiento ignorando su raíz social. Las “técnicas” de terapia pueden producir alivio, sí, pero sin una transformación del entorno, ese alivio es superficial y transitorio. Si queremos una psicología verdaderamente humana, debemos abandonar la ilusión de que el sufrimiento es un fenómeno interno a gestionar con ejercicios de lenguaje.
Steven Hayes:
Bernard, el lenguaje no es solo una herramienta para describir el mundo, sino un sistema de relaciones arbitrarias que transforman funciones psicológicas. Eso es lo que propone la Teoría del Marco Relacional (RFT): que aprendemos a relacionar estímulos de forma arbitraria, y esto crea una red compleja de significados que puede generar dolor. No es el contenido de los pensamientos lo que duele, sino cómo nos relacionamos con ellos, porque tienen funciones adquiridas a través de relaciones relacionales derivadas
Bernard Guerin:
Y ahí es donde yo discrepo profundamente. Lo que ustedes llaman “funciones relacionales arbitrarias” en realidad son estrategias verbales moldeadas por la audiencia social. No hay “función transformada” que pueda entenderse sin el contexto social en que se usa el lenguaje. El lenguaje no se aprende en el vacío ni mediante combinaciones internas, sino en la interacción con otros, regulada por reforzadores sociales, castigos, silencios, exclusiones. Es decir, es conducta verbal pública que solo tiene sentido dentro de una comunidad discursiva
Hayes:
La RFT no niega el contexto. De hecho, se desarrolla desde la tradición conductual. Pero lo que tú llamas “la audiencia” no explica, por ejemplo, por qué una persona puede sufrir con un pensamiento aun cuando nadie lo escucha. Las relaciones derivadas permiten que una palabra o pensamiento active funciones dolorosas sin que el estímulo original esté presente. No necesitas la audiencia presente para que el dolor ocurra. Eso requiere una teoría funcional del lenguaje más allá del ambiente físico inmediato
Guerin:
Steven, eso ocurre porque la persona ha sido entrenada socialmente para autoformularse discursos en ausencia de otros. El “pensamiento privado” es simplemente lenguaje internalizado, conducta moldeada por el castigo social. Cuando una persona se autocritica mentalmente, no lo hace por una propiedad relacional abstracta, sino porque fue castigada previamente al expresarse abiertamente. La mente no es un teatro de símbolos, es una caja de resonancia de relaciones sociales vividas
Hayes:
Pero si reduces el lenguaje a lo social visible, te pierdes la capacidad de explicar fenómenos complejos como la metáfora, la generalización simbólica o el dolor transformado por eventos verbales. La RFT permite predecir y modificar cómo las personas responden a sus propios pensamientos —no solo por lo que otros hicieron con ellos, sino por la estructura relacional misma de su red verbal. ¿Por qué “fracaso” genera ansiedad incluso cuando no hay público? Porque ya está enlazado a funciones aversivas que se disparan automáticamente.
Guerin:
Esa “estructura relacional” es una metáfora peligrosa si la despegas de la historia de reforzamiento. Las palabras como “fracaso” no tienen poder por sí solas: tienen poder porque la sociedad castiga, margina y humilla al “fracasado”. El pensamiento duele porque la persona sabe cómo será tratado si los demás escucharan lo que piensa. No es un sistema simbólico universal: es un aprendizaje cultural, específico, material. Sin contexto, no hay función. No hay “mente”, hay historia.
Hayes:
Comprendo tu postura, y en parte la comparto. Pero la ventaja de RFT es que nos permite intervenir con precisión en cómo una persona se relaciona con sus pensamientos aquí y ahora, independientemente de si los otros están presentes. Y desde esa perspectiva, podemos aliviar sufrimiento sin esperar a cambiar toda la estructura social. ¿Es lo ideal? No. ¿Pero es práctico y empíricamente útil? Sí.
Guerin:
El peligro de esa “precisión” es que legitima el sufrimiento estructural como inevitable. Cambiar cómo alguien se relaciona con la palabra “pobre” no altera el hecho de que no pueda pagar la renta. Y lo que es peor, lo hace a veces más tolerable. Lo que yo propongo es una terapia que no embellezca la prisión interna, sino que ayude a reconstruir las paredes sociales que la sostienen. Eso incluye, por supuesto, el lenguaje, pero no como red interna, sino como reflejo vivo de relaciones de poder, exclusión y pertenencia.
Steven Hayes:
Bernard, en ACT hablamos mucho sobre valores elegidos libremente. Son direcciones de vida que la persona considera importantes y que le dan sentido, más allá del control de eventos externos. Lo que buscamos en terapia es que la persona identifique esos valores y los use como brújula, como guía para comprometerse con acciones que la acerquen a una vida significativa, aunque haya dolor en el camino
Bernard Guerin:
Y ahí veo un riesgo serio: ¿quién define lo que es “libremente elegido”? Lo que tú llamas “valores personales” son, en gran medida, productos internalizados de normas sociales dominantes. Elegir ser una “persona productiva” o “independiente” muchas veces refleja el adoctrinamiento capitalista, no una elección libre. En lugar de ayudar a la persona a adaptarse a valores hegemónicos, ¿por qué no ayudamos a cuestionarlos y cambiar las estructuras que los imponen?
Hayes:
Claro que hay influencias sociales. Pero precisamente por eso insistimos en distinguir entre valores y metas impuestas. Los valores en ACT no son cosas que “debes lograr”, sino maneras de estar en el mundo que conectan con lo que te importa en lo profundo. La persona explora si esos valores realmente resuenan con ella, incluso si desafían a su cultura, familia o entorno. ACT no busca conformismo, sino autenticidad.
Guerin:
Steven, ¿y si esa “autenticidad” no existe en términos individuales? Lo que tú llamas “conectar con lo profundo” es una narrativa construida desde el individualismo liberal. En muchas culturas —y en muchas situaciones sociales marginalizadas— la identidad no es individual, sino relacional. Los valores surgen del grupo, del lugar en el que vives, y del lenguaje que te es permitido usar. Si no consideras eso, estarás llevando a las personas a una trampa ética: la de culparse por no “encontrar sus valores” mientras el sistema les impide vivirlos
Hayes:
No me opongo a que el terapeuta considere el contexto cultural o social. Pero debemos trabajar con lo que está disponible en el presente. Si alguien se siente atrapado por sus circunstancias, no podemos esperar a cambiar el sistema para que empiece a actuar con propósito. Podemos ayudarle a encontrar pequeñas maneras de vivir con dignidad, aunque el entorno sea injusto. Eso también es resistencia.
Guerin:
Resistir no es aceptar pequeñas concesiones. Es cuestionar los marcos. El problema no es que las personas no actúen con propósito, sino que el propósito que se les permite tener ya está predefinido por las estructuras de poder. Si tú enseñas a una mujer que su valor es “ser fuerte” en una situación de violencia doméstica, sin cambiar las condiciones que la oprimen, refuerzas su sumisión. La ética no es enseñar aceptación, sino organizar comunidad y acción colectiva.
Hayes:
Pero incluso en esos casos, aceptar que uno está sufriendo, y comprometerse con lo que importa, puede abrir caminos de acción más eficaces que la lucha interna o la autoanulación. ACT no niega la necesidad de cambiar estructuras, pero se enfoca en cómo la persona puede actuar de forma flexible y significativa hoy mismo, con lo que tiene. No es resignación; es poder en lo inmediato.
Guerin:
Y ese “poder” sigue siendo individual. El sufrimiento humano no se resolverá con estrategias psicológicas que ignoran las desigualdades estructurales. La terapia del futuro, si quiere ser ética, tiene que dejar de ser un espacio privado de regulación emocional y convertirse en un espacio público de articulación política, donde lo terapéutico sea ayudar a transformar contextos, no solo tolerarlos mejor.
Bernard Guerin:
Steven, tu enfoque, aunque compasivo, reproduce la figura del terapeuta como técnico del cambio individual. La idea de que una persona debe “aceptar su malestar” y “actuar según sus valores” termina trasladando la responsabilidad del sufrimiento a la persona misma. ¿Qué pasa si no mejora? ¿Si sigue deprimida, ansiosa, sintiéndose fracasada? En muchos casos, ACT corre el riesgo de decir: “No estás comprometido lo suficiente”, “No aceptas del todo”. Eso, en términos claros, es culpabilización terapéutica
Steven Hayes:
Eso sería un mal uso del modelo. En ACT dejamos muy claro que el terapeuta no es juez del progreso de la persona. Lo que hacemos es acompañarla para que tenga más flexibilidad en su conducta, más opciones. Y nunca culpamos al paciente por estar atascado; de hecho, partimos de la idea de que el sufrimiento es normal, no patológico. Nuestro rol no es forzar, sino ofrecer nuevas formas de relacionarse con la experiencia. Lo contrario a la culpabilización.
Guerin:
Pero el encuadre ya está ahí. Si el terapeuta no considera las condiciones estructurales del paciente —por ejemplo, si vive en pobreza, si es migrante, si fue racializado o violentado—, entonces el mensaje implícito sigue siendo: “Tú debes cambiar cómo te relacionas con eso”. No es explícitamente culpa, pero sí es una forma de decirle: “El problema está en tu respuesta, no en tu mundo”. ¿Y quién es el experto que decide eso? Tú, el terapeuta. Entonces, el poder simbólico sigue en tus manos.
Hayes:
Yo también desconfío del poder unilateral del terapeuta. Por eso en ACT el proceso es colaborativo. El terapeuta no tiene “la verdad” sobre el paciente. Pero si esperamos a que cambien las estructuras, dejamos a las personas atrapadas. Acompañar no es culpar. Acompañar es decir: “Aunque todo esto esté sucediendo, aún puedes elegir moverte hacia lo que importa”. Eso es empoderamiento. Negar esa posibilidad por no tocar lo estructural es otra forma de abandono.
Guerin:
No se trata de esperar al cambio social, sino de integrarlo al proceso terapéutico. El terapeuta no debe ser solo un espejo para que el paciente vea su interior. Debe ser una figura relacional que conecte a la persona con recursos, con comunidad, con acción colectiva. La terapia, si quiere dejar de ser elitista y adaptativa, debe ir más allá del consultorio. Debe convertirse en un espacio donde se cuestionen no solo los pensamientos, sino también las condiciones que los producen.
Hayes:
Y eso es valioso, sin duda. Pero hay personas que no tienen comunidad disponible, ni acceso a acción colectiva inmediata. ¿Qué hacemos con ellas? ¿Las dejamos sin herramientas hasta que llegue la revolución? No. Les ofrecemos lo que podemos hoy: una forma de dejar de pelearse consigo mismas, de tomar una dirección vital, aunque sea en medio de la tormenta. El terapeuta es un facilitador de acción significativa, incluso en la adversidad.
Guerin:
Lo que te señalo es que esa “acción significativa” no puede definirse sin un marco ético-político claro. Si ayudas a una persona a adaptarse mejor a una situación injusta sin nombrarla, sin contextualizarla, estás reforzando su sumisión, aunque sea con la mejor intención. El terapeuta, en este siglo, ya no puede ser un ingeniero del yo. Tiene que ser un agente crítico, alguien que actúe no solo sobre el individuo, sino junto con el individuo, para transformar su mundo.
Hayes:
Estoy de acuerdo en que el cambio social es importante, y que el terapeuta debe ser sensible a las dinámicas de opresión. Pero cuidado con hacer de la terapia una arena ideológica en lugar de experiencial. ACT no ofrece respuestas cerradas, sino procesos. No dirigimos vidas; acompañamos vidas. Y en ese acompañamiento, creemos que hay espacio tanto para la transformación interior como para la acción en el mundo.
Steven C. Hayes:
Bernard, reconozco la importancia de lo que traes: vivimos en un mundo marcado por injusticias estructurales que moldean el sufrimiento. Pero frente a ese dolor, la persona también necesita herramientas internas para no quedar paralizada. ACT no es resignación, es libertad: la libertad de decir “sí” a lo que importa, incluso mientras lo injusto continúa. Cambiar nuestras relaciones con los pensamientos, abrirnos al malestar y actuar con propósito no niega la necesidad de transformación social. Simplemente no la condiciona. Acompañamos a las personas a vivir, aquí y ahora, con dignidad, sentido y acción.
Bernard Guerin:
Steven, mi preocupación es que tu enfoque, sin quererlo, puede legitimar el sufrimiento estructural como inevitable y desplazar el foco de lo social hacia lo personal. Las personas no solo sufren por cómo piensan: sufren porque viven en contextos excluyentes, burocráticos, coloniales y desiguales. Reimaginar la terapia implica poner el acento en lo que rodea a las personas, no en lo que llevan dentro. La salud mental no es un asunto del yo individual, sino del mundo compartido. Mi propuesta es que el terapeuta deje de ser un gestor del cambio interno y se convierta en un aliado en la transformación contextual, relacional y comunitaria.
Hayes:
Tal vez nuestras trayectorias difieren porque nos hacemos preguntas distintas. Tú preguntas: ¿Por qué sufren las personas? Yo pregunto: ¿Cómo pueden vivir mejor, a pesar del sufrimiento? Y quizás ambas preguntas son necesarias.
Guerin:
Estoy de acuerdo: sin ambas preguntas, cualquier práctica se queda incompleta. Lo importante es no olvidar que una vida con sentido no se construye solo desde adentro, ni una sociedad justa se construye solo desde la introspección.
Reflexión final:
Este intercambio entre Hayes y Guerin nos recuerda que abordar el sufrimiento humano requiere una mirada que combine lo subjetivo con lo estructural, lo experiencial con lo social. Mientras uno propone abrir espacio a la aceptación y la acción valiosa desde el interior de la experiencia, el otro exige una transformación activa del entorno que produce ese sufrimiento. No se trata de elegir entre ambas miradas, sino de entender que la complejidad del malestar humano exige respuestas a múltiples niveles. La verdadera ética terapéutica podría surgir, quizás, de la colaboración entre estos mundos.
NOTA PROPIA: LA IA TRATA SIEMPRE DE MODERAR DIFERENTES PERSPECTIVAS, LO QUE NO SIEMPRE SUCEDE EN LA REALIDAD COTIDIANA ***
Debate filosófico entre Stephen
Pepper y José Ortega y Gasset
Moderador:
Bienvenidos al diálogo filosófico entre el profesor Stephen
C. Pepper, autor de World Hypotheses, y el pensador español José Ortega y
Gasset, autor de Meditaciones del Quijote y La rebelión de las masas. Hoy
debatiremos sobre la mejor actitud ante la vida, las relaciones sociales
y los valores. Profesor Pepper, ¿quiere usted comenzar?
Stephen C. Pepper:
Gracias. Sostengo que toda interpretación coherente de la
vida parte de lo que llamo una cosmovisión o world hypothesis. Las personas
actúan, eligen y valoran dentro de marcos metafísicos implícitos, como el
organicismo, el mecanicismo, el contextualismo o el formismo. En mi opinión, el
contextualismo, que ve la vida como una serie de actos históricos situados, es
el que mejor capta la naturaleza fluida de la existencia.
Vivir bien, entonces, no es adherirse a normas fijas, sino
actuar con sentido en un contexto concreto, manteniéndose flexible ante los
cambios y atento a las consecuencias. La vida no es un absoluto, sino una obra
dramática en constante evolución, que debe ser evaluada por su eficacia
contextual.
José Ortega y Gasset:
Interesante, profesor Pepper, pero creo que su énfasis en el
contexto carece de una dimensión radicalmente personal. Yo he dicho que “yo soy
yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo”. Pero esa
circunstancia no es solo contexto, sino mundo vivido, cargado de sentido
histórico y vital. El hombre no es solo un agente situado, sino un proyecto que
se elige a sí mismo.
La vida no debe vivirse como una adaptación al flujo, sino
como un drama de autenticidad: asumir la propia vocación y elevarse por encima
del automatismo social. Y en las relaciones humanas, lo esencial no es la
adecuación contextual, sino la lealtad a la misión personal del otro, su
proyecto vital.
Pepper:
Pero don José, si cada quien vive como un proyecto subjetivo,
¿no caemos en un idealismo heroico desconectado de la realidad social? El
contextualismo no niega la persona, sino que la ancla. Nos invita a ver cómo
nuestras decisiones cobran sentido dentro de un entramado de relaciones
cambiantes. Los valores, por tanto, son instrumentales y evaluables por su
fecundidad en el momento.
Ortega:
Ah, pero eso es confundir el valor con la utilidad. El valor
auténtico no es pragmático, sino existencial. No se mide por su rendimiento,
sino por su capacidad de responder a la pregunta: ¿quién soy yo llamado a ser?
La vida no se reduce a lo eficaz, sino a lo noble y elevado. Yo propongo una
“aristocracia espiritual”, donde cada quien asuma su deber de ser excelente
según su vocación.
Pepper:
Y sin embargo, esa aristocracia puede derivar en una forma
elitista de la vida, mientras que el contextualismo permite valorar distintas
formas de vida en su propio marco. La buena vida no es una cima, sino una
navegación hábil en medio de incertidumbre. Las relaciones humanas, por tanto,
deben ser vistas como interacciones situadas, no como destinos trascendentales.
Ortega:
Pero sin una orientación trascendente, la vida se vuelve mera
adaptación. La persona necesita una altura desde donde mirar su existencia. No
basta con navegar bien: hay que saber hacia dónde se navega. De lo contrario,
las relaciones se degradan en conveniencia, y los valores en simples normas de
oportunidad.
Moderador:
Ambos han ofrecido poderosas visiones. ¿Podrían resumir su
propuesta para una vida bien vivida?
Pepper:
La vida buena es contextualmente sensible, creativa y
adaptativa. Es la capacidad de responder inteligentemente a las situaciones,
sin aferrarse a absolutos, cultivando la eficacia dramática en el momento
presente.
Ortega:
La vida buena es fidelidad al proyecto personal, elevado por
el esfuerzo de superación. Es asumir la responsabilidad de ser quien uno debe
llegar a ser, en diálogo con el mundo, pero sin disolverse en él.
Aplicación de estas posturas a la psicoterapia
1. ¿Qué es el sufrimiento psicológico?
Pepper (contextualismo):
El sufrimiento surge de una rigidez en la respuesta al
entorno, de patrones que no funcionan en el contexto actual. Se trata de falta
de flexibilidad funcional.
➤ La
terapia se enfoca en identificar patrones ineficaces y promover respuestas más
adaptativas.
Ortega y Gasset (existencialismo vital):
El sufrimiento es un desencuentro con el proyecto personal
auténtico. Es señal de una vida que se vive por debajo de sus posibilidades o
contra su vocación.
➤ La
terapia busca reconectar con la vocación personal y elevar la vida hacia su
sentido.
2. ¿Relación terapéutica?
Pepper:
Intervención contextualizada, flexible, enfocada en observar
y moldear patrones en el aquí y ahora.
Ortega:
Encuentro personal profundo, donde el terapeuta ayuda a la
persona a recuperar su altura vital.
3. ¿Cambio terapéutico?
Pepper:
Cambio = mayor eficacia adaptativa contextual.
Ortega:
Cambio = asumir un proyecto de vida elevado, reconectar con
el deber de ser uno mismo.
Ejemplo clínico paralelo: Ana, 37 años, crisis existencial y
ansiedad laboral
Contexto del caso:
Ana es una mujer de 37 años, ingeniera informática, que acude
a consulta por ansiedad, insomnio y desmotivación. Lleva diez años en una
empresa tecnológica donde ha ido ascendiendo, pero siente que su trabajo no
tiene sentido. Se pregunta si ha desperdiciado su vida, pero teme dejarlo por
razones económicas. Siente que está atrapada.
Intervención desde la visión de Pepper (contextualismo
funcional):
Evaluación:
Se identifican patrones de evitación experiencial (no
confrontar la insatisfacción).
Se analiza el contexto: expectativas familiares, entorno de
trabajo competitivo, falta de fuentes alternativas de refuerzo.
Hipótesis:
Ana mantiene conductas de permanencia laboral porque se
ajustaron al contexto pasado, pero ya no son funcionales.
Intervenciones:
Ejercicios de clarificación de valores actuales (¿qué importa
hoy, no hace 10 años?).
Metáforas como el hombre en el hoyo (seguir cavando no ayuda)
y el autobús de los pensamientos (seguir manejando aunque los pensamientos
insistan).
Exposición conductual a conversaciones difíciles (por
ejemplo, hablar con su pareja sobre cambiar de carrera).
Mindfulness para observar su experiencia sin fusionarse con
pensamientos de "fracaso".
Objetivo terapéutico:
Aumentar la flexibilidad para actuar con sentido en el
contexto actual, aunque haya malestar. No busca “el sentido de la vida”, sino
conductas coherentes con valores en esta situación.
Intervención desde la visión de Ortega y Gasset (proyecto
vital):
Evaluación:
Se explora la historia de Ana como un drama existencial:
¿cómo ha ido dejando de vivir su vida elegida? ¿Dónde se perdió?
Se atiende a su lenguaje: “he desperdiciado mi vida”, “me
traicioné”.
Hipótesis:
Ana ha vivido una vida impuesta por expectativas externas, no
por su vocación. El malestar no es patológico, sino trágico-existencial: su
vida ha perdido autenticidad.
Intervenciones:
Diálogo profundo sobre los grandes momentos biográficos donde
eligió por miedo o comodidad.
Lecturas de fragmentos de Ortega (El espectador, El tema de
nuestro tiempo) para resonar con su situación.
Invitación a escribir un “manifiesto vital”: ¿qué tipo de
persona desea llegar a ser?
Reflexión sobre la nobleza de asumir el riesgo vital: no todo
se puede prever, pero uno puede vivir desde lo más alto de sí.
Objetivo terapéutico:
Recuperar su misión personal, atreviéndose a una vida más
elevada, aunque implique rupturas. La meta es la fidelidad a su ser auténtico,
no la eficacia conductual.
Síntesis final
Pepper ayuda a Ana a actuar mejor dentro del contexto.
Ortega le pide que trascienda el contexto y reconfigure su
vida desde la fidelidad a sí misma.
Ambas visiones pueden dialogar: se puede trabajar desde el
presente contextual, sin renunciar a la aspiración de una vida auténtica. Una
terapia integradora puede comenzar como contextual (mejorar eficacia aquí y
ahora) y profundizar como existencial (revisar hacia dónde se dirige la vida).
Artículo de referencia-descargar AQUÍ El artículo describe como integrar los aportes de la terapia focalizada en la compasión de Gilbert con la Terapia de Aceptación y Compromiso; en este caso usando la Matrix; aunque en el mismo se describren otras potenciales integraciones