En los últimos años en la psicología
académica-universitaria se está auspiciando los llamados enfoques
transdiagnósticos. Básicamente lo que se buscan son los "mecanismos y
factores comunes" que subyacen a diferentes formas de sufrimiento humano
expresadas y clasificadas en los sistemas diagnósticos vigentes (DSM-V y
CIE-10). Se parte del fracaso habitual de la validez (de contenido, constructo
y predictiva) de estos sistemas como formas de abordar el sufrimiento humano y
darles solución en base a clasificarlos mediante varios criterios. Como
alternativa se propone el sistema RDoC ("Research Domain Criteria Iniative")
auspiciado por la asociación de psiquiatría estadounidense y que tiene gran
acogida en la psicología universitaria de corte cognitivo-conductual.
El fundamento teórico de los
RDoC es el presupuesto axiomático de que los trastornos mentales son trastornos
biológicos de distintos circuitos cerebrales que estarían implicados en
diferentes formas de enfermar mentalmente que se expresan de diferentes
maneras pero que tienen unas bases comunes (de ahí lo del transdiagnóstico). En esta
moda (tiene mucho de moda) se sumergen varias disciplinas como la neurología,
la neuropsicología y la psicología cognitiva-conductual.
En gran parte de la psicología
cognitiva-conductual (afortunadamente no en toda) se aboga por
"identificar esos factores comunes" a las diferentes formas de
psicopatología, y con complejas metodologías correlaciónales obtener el listado
de factores e incluso el potencial factor general.
Uno de los grandes problemas
de la propuesta RDoC y con ella del "transdiagnóstico" es su propia
concepción de trastorno mental, que en psicología está anclada en el
"conductismo metodológico" (actualmente expresada como
cognitivo-conductual y neuropsicología). Por un lado el sistema de
biomarcadores fiables y contrastados de los trastornos mentales es escaso
a nulo a pesar de su larga trayectoria desde la propuesta kraepeliana a finales del siglo XIX;
y por otro el organismo humano responde como un todo no como un entre
propulsado o inhibido por circuitos cerebrales (Marino Pérez, 2009).
A esto hay que añadir que
tanto unos como otros (neurólogos-psiquiatras-psicólogos-investigadores del cerebro) o sea, los defensores de los trasndiagnósticos, continúan
buscando dentro de la cabeza de los individuos los posibles fallos generales
que subyacen al sufrimiento humano.
Desde una perspectiva conductista
radical, que no metodológica, que va a la raíz de las cosas mismas, no solo a su
presentación, por muy elaborada y común que el sufrimiento se presente (lo que puede tener ventajas,
pero sigue siendo una explicación a medias ahora confundiendo las formas con
las causas); e incluso cuando las propuestas contextuales-funcionales (una
forma de conductismo radical) se limita a la topografía común del sufrimiento
humano (ya se llame hiperreflexividad o se desglose en el hexaflex en seis
procesos) sin dar un paso más radical y preguntarse-nos que relaciones con las
circunstancias de la vida llevan a esa hiperreflexividad, nos
quedaremos a un nivel donde todo girará en torno a definir topografías o morfologías
conductuales más precisas, pero al fin y al cabo seguirá siendo un asunto topográfico (forma del
terreno en términos físicos) sin plantearnos cómo se conformó dicho terreno.
Si
bien es cierto que la topografía nos orienta sobre como asentarnos en el
terreno clínico del sufrimiento y tener "un mapa guía" para
abordarlo, por si sola conlleva una "tecnocracia terapéutica" muy
pragmática hoy en día muy valorada, aún más en el contextos social competitivo
en el estamos todos inmersos; no deja de ser "trabajar con las formas o
estructuras" más que con la "geología" que conforma aquella,
geología que no es sino el sujeto global en sus circunstancias vitales actuales
y pasadas.
Ir
a la raíz de las cosas mismas conlleva preguntarnos qué circunstancias de la
vida sociocultural y que formas prácticas de vivir (acciones operantes)
conllevan consecuencias que aparecen identificadas en las formas topográficas
que la propuesta transdiagnóstica busca identificar. El transdiagnóstico puede
ser un paso útil, pero desde luego no es el último paso, y confundir la topografía
con el análisis funcional del sujeto en sus circunstancias vitales es más obscurantista
que esclarecedor.
Bibliografía:
-Pérez Álvarez, M. Phenomenology and behaviorism. A
mutual readjusment. Philosophy, Psychiatry and Psychology. Nº 15
pp.199-210. 2009
-Ruiz Sánchez, J.J. Psicoterapia
conductual-adleriana. A.E.P.A, 2015