METÁFORA DE LA CIÉNAGA (Adaptado por Ruiz, 2018)
Imagina que emprendes un largo viaje a pié hacia la cima de
una montaña. Para ti es sumamente valioso e importante llegar a esa cima. Para
ello te preparas para el viaje. Te haces de un mapa, de un sistema GPS, de
provisiones, elementos de acampada y otros de escalada. Tienes todos los
pormenores previstos, y el día que decidiste emprender la marcha así lo haces.
Conforme progresas en tu viaje ves la montaña cada vez más
cerca y eso te produce sensaciones de satisfacción y te motiva a seguir tu
camino. Todo marcha a tu gusto y te alegras por ello.
Llegas hasta la falda de la montaña y de manera imprevista te
encuentras una ciénaga, un lodazal que rodea a esta en toda su extensión. Tiene
aguas pestilentes, de color verdusco, sucia, hay mosquitos, y hay bastante
barro.
Maldices al mapa, al GPS y a quién pudo hacer los planos y no
te explicas como es que no estaba esto en la hoja de ruta. Pero ahí, delante de tus
narices está la ciénaga, con su mal olor, su barrizal, sus mosquitos y demás inconvenientes.
Te encuentras en un
dilema. Te puedes volver para casa y volver otro día, pero eso supone dejar de
lado algo que te importa y mucho. Ahí va
a seguir el lodazal, nadie va a hacer un puente ni a drenarlo. También puedes
empezar a llenarte tus pies de barro y aún más arriba incluso de la cintura, de
barro, de mal olor, de porquería y de un sinfín de picaduras de mosquitos y
moverte así, sin garantía ninguna, hacia aquello que a ti te importa. ¿Qué vas
a decidir tú?
No hay comentarios:
Publicar un comentario