Es bastante frecuente entre los
psicólogos combinar procedimientos de las terapias contextuales de tercera
generación con otros procedimientos cognitivos de la terapia cognitiva,
aún más en los defensores de las terapias cognitivas-conductuales. Estos
psicólogos suelen posicionarse en el modelo de vulnerabilidad, que es similar
a los modelos médicos en tanto defienden que los problemas
psicológicos derivan de averías internas en la cabeza de las personas,
ya sea por alteraciones neurofisiológicas (por ejemplo déficit de serotonina),
ya sea por creencias personales disfuncionales y distorsiones cognitivas.
Esto es aún mas preocupante, cuando aparece en el caso de los terapeutas de tercera generación, que los hay, que hacen estas "virguerias"
Desde esa perspectiva las
terapias de tercera generación solo añaden nuevos procedimientos para lidiar
con esas averías en las cabezas de la gente; y así combinan
procedimientos de unas y de otras, tras hacer una evaluación del caso, en
las que habitualmente se detectan las distorsiones cognitivas prototípicas del
caso en cuestión y se deducen las actitudes disfuncionales a la base (por
ejemplo siguiendo el método llamado de la flecha descendente y usando una serie
de cuestionarios al respecto, en la versión beckiana de la TCC). Los
procedimientos conductuales son formas de poner a prueba las actitudes
disfuncionales mediante el contraste de evidencias en contra.
Esa forma de trabajar se ha
mostrado eficaz en muchos casos y de hecho forma parte de las terapias basadas
en la evidencia. Hasta aquí nada que objetar, en aras de la evidencia.
El problema es cuando esto
no funciona, y hay muchos
casos en que realmente no funciona o aparecen numerosas recaídas, y vuelta otra
vez a usar procedimientos similares, todo ellos medidos en su eficacia final de
manera directa o indirecta mediante la reducción sintomática (p.e mediante el
B.D.I) En esos casos, puede que el terapeuta TCC recurra a los
procedimientos de la tercera generación o a otras técnicas derivadas de otras
terapias, como pueden ser las técnicas estratégicas-sistémicas (esto
aparece con frecuencia en los últimos textos por ejemplo de Ellis); o incluso a
una reconceptualización de la terapia cognitiva que usa multitud de
procedimientos (p.e la Terapia de Esquemas de Young); o incluso a unas
propuestas constructivistas alternativas, que buscan construcciones
cognitivas más viables en las vidas de la gente. Lo cierto es que
todos estos procedimientos cognitivos alternativos cuentan con relativa poca
evidencia de su efectividad en su lucha con los trastornos mentales y su
erradicación.
Estos psicólogos usan de todo
para cambiar las cogniciones, porque para ellos los problemas psicológicos son
problemas médicos, en el sentido de que son fallos en la cabeza de la gente.
Por lo pronto, y seguramente
hay bastantes más efectos, de esta "bonita" (para ellos) combinación:
1-Transmitir a los
clientes/pacientes que sus problemas derivan de fallos en sus cabezas y que si
la cosa no se arregla es porque el fallo de su cabeza es muy complicado de
arreglar o aún la ciencia no dio con la cura para ese fallo interno
2-Todo lo anterior está en las
antípodas del contextualismo funcional que mantiene que los problemas
psicológicos se generan no por fallos en las cabezas sino por el efecto de
las practicas socioculturales sobre las personas en las historias de sus vidas,
y que siguiendo a su filosofía de referencia (el conductismo radical y el
contextualismo funcional) sitúa la génesis de los problemas y su mantenimiento
en el medio ambiente, donde hay que intervenir, y que esos fallos
cognitivos son a la postre conductas dependientes de ese medio ambiente y no
causas de los problemas psicológicos.
3-La frecuente alianza de la
TCC tradicional con los diagnósticos y clasificaciones psiquiátricas, que
incluso aparece en sus manuales de referencia y viceversa (los manuales de psiquiatría
más actualizados hacen un acopio del arsenal de la TCC para diferentes
trastornos)
3-Podemos combinar, desde luego
esto y lo otro, argumentando el eclecticismo técnico, pero nuestra
forma de relacionarnos con los clientes/pacientes antes o después se va
a ver seriamente comprometida bien porque vamos a darles mensajes
contradictorios o bien porque vamos a transmitirles al final
que sus problemas psicológicos lo son de sus cabezas. Otro efecto habitual
es la lucha encarnizada contra el síntoma y la pérdida de un horizonte
valorativo en ese trayecto.
Y todo lo anterior, así por
encima, pues puede desarrollarse aún más el asunto
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