Ocasionalmente, cuando hago alguna entrada en FB o en este blog sobre cuestionamientos del modelo biomédico en salud mental; algún que otro psicólogo/a me contraargumenta que es inexacto lo que afirmo de ese paradigma cuestionándolo, que exagero solo sus defectos y no sus beneficios, y así.
Cuando les pido a estos críticos que me envíen o me hagan una relación de los beneficios de ese paradigma en salud mental, no me suelen responder y me siguen hablando de mis exageraciones.
En ocasiones hablan de los beneficios de los psicofármacos y de las psicosis como enfermedad mental constatada. Lo más curioso es que suelen autodenominarse psicólogos/as cognitivos conductuales e incluso contextuales.
Los datos actuales no abalan ni la existencia de enfermedades mentales con base fisipatogénica ni de las grandes ventajas de los psicofarmacos como tratamientos prolongados, aunque ciertamente son útiles en ocasiones puntuales de ciertas urgencias.
Por supuesto que considero la utilidad de los
psicofármacos en algunos casos como en situaciones de alteraciones
agresivas/autoagresivas o extremada agitación que pone en riesgo la vida de las
personas, por poner un ejemplo. Seguro que hay más casos y ocasiones para
usarlos, pero habitualmente suelen ser situaciones extremas y puntuales y no
tanto como tratamientos prolongados en el tiempo que en general suelen producir
más daños que beneficios. Otra cosa es considerarlos alteradores de la conducta
(Moncrieff) y no como restauradores de desequilibrios químicos inferidos y no
contrastados.
La cuestión es que lleva a estos compañeros/as a
defender la perspectiva biologicista en psicología o al menos a conjugarla con
sus paradigmas cognitivos-conductuales o contextuales. En esto podríamos
hipotetizar varias contingencias:
-La moda general de las neurociencias que ha penetrado
en las facultades con toda su financiación económica
-La continua alianza entre el paradigma biomédico y la
terapia cognitiva-conductual muy a la usanza de combinarse a su vez con los
criterios DSM/CIE y la combinación habitual de psicofármacos y terapia
psicológica, combinación que en muchos casos pasa por "psicoeducar a los
pacientes" en el modelo biomédico y trabajar las resistencias a las
prescripciones farmacológicas.
-La financiación en los servicios públicos de la salud
mental de las prescripciones farmacológicas ya sean genéricas o por marcas,
estableciendo el canon de la salud mental, aunque después en una queja
contradictoria se hable de abuso de las prescripciones farmacológicas.
-La mala costumbre de muchos contextuales de seguir
usando escalas sintomáticas para medir el cambio en terapia, haciendo penetrar
los restos del modelo biomédico en la psicoterapia
-La moda del pensamiento buenista e integrador sin
importar las adherencias filosóficas contradictorias entre paradigmas y sus
efectos reales (a veces perversos) sobre las personas que se atienden, que en
cierto modo toma forma en la nueva tendencia basada en procesos, haciendo colección de procesos mentalistas
(dualistas) y conductuales (monistas), amén de otros biológicos-evolutivos para
sazonar la salsa combinatoria. Posiblemente los nuevos tiempos conllevan evitar a toda costa conflictos, pero esta evitación solo hará ganar a los más poderosos, o sea el paradigma biomédico dominante.
-La organización de los servicios de salud mental
desde un paradigma biomédico predominante y guiado por criterios del gasto
público como provisión de servicios médicos, los indicadores epidemiológicos
con criterios diagnósticos DSM/CIE...etc.
Todo ello es caldo de cultivo para que muchos
psicólogos en un exceso de pragmatismo sin fundamento filosófico conceptual
sigan haciendo sus combinatorias donde el paradigma biomédico sigue calando con
fuerza.
Lo normal y esperable en este contexto es que los psicólogos/as contextuales no bicéfalos seamos pocos y escasos.
E incluso, para no aburrirnos entre nosotros, en vez de crear piña, nos dedicamos en muchas ocasiones a denostarnos entre nosotros mismos.
Si usted va a defender publicamente el modelo conductual-contextual queda advertido de que recibirá todo tipo de críticas, incluidas la descalificación personal de propios y extraños. No le quepa la menor duda.
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