viernes, 27 de julio de 2018

METÁFORA DE LA CIÉNAGA (Adaptado por Ruiz, 2018)



METÁFORA DE LA CIÉNAGA (Adaptado por Ruiz, 2018)



Imagina que emprendes un largo viaje a pié hacia la cima de una montaña. Para ti es sumamente valioso e importante llegar a esa cima. Para ello te preparas para el viaje. Te haces de un mapa, de un sistema GPS, de provisiones, elementos de acampada y otros de escalada. Tienes todos los pormenores previstos, y el día que decidiste emprender la marcha así lo haces.

Conforme progresas en tu viaje ves la montaña cada vez más cerca y eso te produce sensaciones de satisfacción y te motiva a seguir tu camino. Todo marcha a tu gusto y te alegras por ello.

Llegas hasta la falda de la montaña y de manera imprevista te encuentras una ciénaga, un lodazal que rodea a esta en toda su extensión. Tiene aguas pestilentes, de color verdusco, sucia, hay mosquitos, y hay bastante barro. 

Maldices al mapa, al GPS y a quién pudo hacer los planos y no te explicas como es que no estaba esto en la hoja de ruta. Pero ahí, delante de tus narices está la ciénaga, con su mal olor, su barrizal, sus mosquitos  y demás inconvenientes. 

Te encuentras en un dilema. Te puedes volver para casa y volver otro día, pero eso supone dejar de lado algo que te importa  y mucho. Ahí va a seguir el lodazal, nadie va a hacer un puente ni a drenarlo. También puedes empezar a llenarte tus pies de barro y aún más arriba incluso de la cintura, de barro, de mal olor, de porquería y de un sinfín de picaduras de mosquitos y moverte así, sin garantía ninguna, hacia aquello que a ti te importa. ¿Qué vas a decidir tú?

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