lunes, 16 de marzo de 2020

RESPONSABILIDAD E IRRESPONSABILIDAD EN TIEMPOS DEL CORONAVIRUS (Ruiz, 2020)






Estamos viendo por televisión,  cuando salimos a comprar o trabajar, personas  que atiborran los carros de compra y dejan las estanterías de los supermercados vacías de algunos productos, gente que sale a pasear e incluso a hacer deporte a pesar de las restricciones, políticos que acuden a sesiones  de ministros aun estando en cuarentena, otros que celebraron grandes actos públicos aun siendo avisados de la peligrosidad previa, etc.

Popularmente tenemos una explicación para todos estos actos, la “irresponsabilidad”.   Y ciertamente no es una mala explicación de estas conductas.

Para algunos psicólogos la responsabilidad es una clase de conducta con una función común, el “autocontrol”.  Aquí autocontrol se refiere a hacerse cargo, a tomar contacto con las consecuencias de determinadas conductas, las consecuencias de hacer o  no hacer ciertas cosas y tomar decisiones al respecto.

Pero para que una persona adquiera esa habilidad de autocontrol antes ha debido de experimentar las consecuencias directas, “en sus propias carnes”, en su experiencia con la gente y el mundo de  los efectos de sus comportamientos personales. 

Además ha debido de tener experiencias con la transmisión de reglas verbales directas o indirectas sobre lo que es adecuado, valioso y correcto, es decir con ciertos aspectos considerados socialmente valiosos por otros que consideramos referentes, y que inicialmente nos han instruido en ellos en la familia, el colegio, la parroquia, las leyes gubernamentales, etc.

Cuando esos aspectos son experimentados personalmente como una opción libre (es decir que se nos deja la posibilidad de contra-controlar a quienes nos controlan) suelen dar lugar a los valores personales, y cuando no existe esa posibilidad de contra-control son vividos como coacciones u obligaciones a las que no podemos escapar.  

En cierto modo los valores son una forma de hacer autocontrol mantenidos por reforzadores anticipados (aspectos apetecibles o  con sentido aunque conlleven aspectos desagradables) verbalmente a largo plazo.

O sea que estas instancias de control social antes han tenido que ejercer poder sobre nuestras propias conductas personales para que después nosotros, una vez adquiridos estos repertorios, lo podamos hacer por nosotros mismos en forma de autocontrol.

El problema surge cuando no hay correspondencia entre la conducta personal y sus consecuencias, sobre todo sociales. Es decir se atiborran carros, se sale a pasear o correr, se celebran actos o reuniones públicas con consecuencias gratificantes para sus actores al menos a corto/medio plazo, sin que existan consecuencias aversivas por parte de las autoridades, o cuando las propias autoridades se desacreditan con ejemplos contrarios a los que predican, dando ejemplos de graves inconsecuencias sin que pase nada (a ellos).

Ciertamente apelar a la responsabilidad en tiempos de crisis no es mal argumento, si ya existen esos repertorios, pero son insuficientes si no existen y en esos casos, al menos en situaciones de riesgo, como la actual, hay que tomar medidas de control más severas y restrictivas  por quienes tienen capacidad de poder hacerlo, aunque con ello se pierda temporalmente la libertad del contra-control, y siempre que esas medidas tengan consecuencias beneficiosas para la mayoría de la población y se respeten los derechos humanos.

Hacer esto para las agencias gubernamentales ciertamente no es un tarea fácil ni lineal, dado que si se prioriza por ejemplo la reclusión en casa sobre el trabajo remunerado a cuenta ajena, y si se mantiene en el tiempo, puede tener a la larga, y sin duda los va a tener en esta situación, graves consecuencias para las vidas de las personas en la etapa “post-coronavirus”. Muchos autónomos y trabajadores para empresas privadas habrán perdido grandes cantidades de ingresos, sus vidas serán más pobres y con menos recursos; y todos nos veremos afectados con múltiples restricciones vitales y económicas, que sin duda van a afectar a nuestra salud física y emocional.

Si queremos sacar todo esto adelante no nos va a quedar más remedio que seguir ejerciendo nuestra responsabilidad, junto a la solidaridad y a empujes ocasionales de medidas ambientales de control y contra-control de agencias públicas y privadas; al menos si queremos mantener un estilo de vida “democrático” donde la responsabilidad sea central.


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