Estudié psicología en la Universidad de Granada a principios
de los años 80 (1979-1984). Entonces la línea dominante a nivel universitario allí era la cognitiva
(Pío Tudela), y el conductismo en un grupo reducido (Luciano y Gil-Roales). Fui
influenciado por ambas perspectivas, por lo que derivé inicialmente en lo
cognitivo-conductual.
Entonces proceso era
equivalente a “procesamiento de la información”, a como la cognición pasaba y
se elaboraba en almacenes mentales de memoria y era organizada en redes,
esquemas o estructuras cognitivas. Todo
ello desde constructos que eran comprobados mediante metodología
hipotético-deductiva haciendo predicciones. Sin duda una psicología interesante
para elaborar inteligencias artificiales y programas de computación que
simulaban funciones humanas, a la vez que se nutrían de esas ciencias informáticas.
Lo que no veía por ningún lado, ni aún hoy, era su aplicación a
problemas humanos concretos, salvo los de simulación (que tienen como no, su
interés) y aún menos a la clínica.
En la clínica, lo cognitivo-conductual intentaba nutrirse
igualmente de los conceptos cognitivos, más los estructurales (esquemas,
creencias, estructuras, etc.) como metáforas mentalistas y de los principios de
aprendizaje (respondiente y operante), pero en este caso para explicar cómo
el sujeto obtenía información para confirmar o desconfirmar sus sesgos
cognitivos y las llamadas creencias personales.
En esta clínica cognitiva-conductual si la palabra proceso aparecía era para referirse a procesos automáticos (de la información) y a procesos controlados deliberados del razonamiento y la comprobación empírica. A veces se entendía que las respuestas automáticas tenían equivalencias con el condicionamiento respondiente y las operantes con el procesamiento controlado, al menos a nivel del pensamiento, pero solo como información en el circuito cognitivo mental de las creencias centrales, periféricas, los pensamientos automáticos, etc.
En esta clínica cognitiva-conductual si la palabra proceso aparecía era para referirse a procesos automáticos (de la información) y a procesos controlados deliberados del razonamiento y la comprobación empírica. A veces se entendía que las respuestas automáticas tenían equivalencias con el condicionamiento respondiente y las operantes con el procesamiento controlado, al menos a nivel del pensamiento, pero solo como información en el circuito cognitivo mental de las creencias centrales, periféricas, los pensamientos automáticos, etc.
Como sabemos los conductistas, nuestra perspectiva es bien
distinta de todas estas metáforas mentalistas. El sujeto es un todo que
interacciona con el ambiente a lo largo de su vida; y es en esas interacciones donde
se da su vida y sus problemas, que básicamente son relaciones
funcionales de tipo operante.
Dicho en lenguaje más simple aún, la vida de las persona es un
todo (que incluye su actividad privada-pública al unísono) en relación al mundo
físico y socio-verbal en el que viven,
que es donde acontecen sus esperanzas, sus temores y angustias, a menudo en medio de muchas relaciones con otros y no en
mundos mentales de procesamiento de la información, que no son sino metáforas
encubridoras de lo anterior que vienen a decir que los problemas humanos son averías
internas de la mente o el cerebro.
Por supuesto que existen factores y problemas neurológicos y orgánicos, genéticos
y biológicos que afectan a la conducta humana; pero la inmensa mayoría de los
llamados problemas psicológicos, como dice Bernard Guerin y aún Marino Pérez, son
problemas de la vida de las personas en sus contextos relacionales que aparecen
catalogados y clasificados como enfermedades mentales.
El hecho es que posiblemente por contingencias de economía de
mercado y prestigio social (o sea dinerito tocante y boyante y reconocimiento
social) y no solo por una supuesta comunidad científica que avanza hacia un
encuentro de posturas psicológicas a integrar; aparece una integración de
diversos procesos (véase Hayes y
Hoffman, 2018) en una colección de procesos neurológicos, sociales, cognitivos
y conductuales que están de plena moda y que pretenden revolucionar la
psicología en una especie de pastiche de teoría y filosofías aun contrapuestas,
pero bien avenidas en función del marketing y la venta del producto final.
Ahora se entiende que procesos son los de aprendizaje
conductual (respondiente y operante); los neurofisiológicos, los sociales, los
de esquematización cognitiva y hasta los evolutivos.
Hay una alternativa poderosa, que no solo es pasar por el aro
de la RFT (Teoría del Marco Relacional), que es volver a entender que es mejor
hablar de relaciones funcionales, mayormente operantes, ya que estas incluyen
al sujeto en movimiento continuo en la trayectoria de su vida, como diría Adler
desde su psicología, y donde le acontecen eventos involuntarios (respondientes)
amen de las consecuencias de sus acciones, siempre en contextos mayormente
interpersonales o sociales.
Desde esta perspectiva operante amplia, recuperar aún con más
vigor la obra de Skinner, y las aportaciones socioconductistas actuales pueden
dar un empuje considerable para entender las relaciones funcionales de las
personas, los grupos, las instituciones sociales, etc.; y no ese pastiche de
procesos.
Y esto sin rechazar los aportes de la RFT y otras
perspectivas conductuales como las interconductistas o las del conductismo
social de Staast; y hacer la integración desde lo conductual en sentido amplio, aunque lógicamente con sus
tensiones y perspectivas.
Nuestra propuesta es pues volver a “lo operante de la vida” (
a varios niveles) y no a esos procesos pastiches; salvo que el proceso sea la
operante como relación funcional, en cuyo caso preferimos el término relación
funcional al de proceso por la red relacional que se deriva en forma “pastiche”
del mismo.
Al fin y al cabo, los contextuales cuando hablamos de los 6 procesos
del Hexaflex, haríamos mejor en hablar de relaciones funcionales operantes con
el ambiente socio-cultural y con nuestra propia experiencia en este y que
conlleva para nuestras vidas.
Decir "proceso" acorta el gasto verbal, pero genera una red relacional un tanto confusa ya que abre la puerta al mentalismo en sus distintas versiones.
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