lunes, 27 de abril de 2020

CUANDO DICES QUE ERES UN TERAPEUTA CONTEXTUAL Y TE GUSTA MÁS UN DIAGNÓSTICO QUE A MI AGAPONIS QUE LO SUELTEN DE SU JAULA (Ruiz, 2020)





CUANDO DICES QUE ERES UN TERAPEUTA CONTEXTUAL Y TE GUSTA MÁS UN DIAGNÓSTICO QUE A MI AGAPONIS QUE LO SUELTEN DE SU JAULA (Ruiz, 2020)


A veces incluso a los que renegamos abiertamente de las etiquetas diagnósticas de los llamados trastornos mentales se nos pone en situaciones límites donde determinadas circunstancias sociales desventajosas y los poderes sociales dominantes nos incitan a usarlos.

Veamos algunos casos:

Por ejemplo si te han convocado de perito-testigo  para un juicio y las partes te preguntan sobre que problema mental presenta la persona en cuestión y si eso le hace más o menos responsable de unos actos determinados.

Si tienes un cliente (paciente) en un servicio público de salud mental con una situación socioeconómica desventajosa donde junto al informe social el ponerle un determinado diagnóstico le facilita el acceso a determinados recursos

Si está funcionado un recurso terapéutico pongamos para «trastornos límites de personalidad» «Trastorno hiperactivo» «Trastorno mental grave» o cualquier otra etiqueta y parece una buena opción para el caso de la persona que atiendes; y para poder acceder a este tienes que justificar que esa persona «tiene ese problema».

Los que trabajamos en la salud mental pública somos bien conscientes de estas demandas reales y de otras similares. También en el ámbito privado se pueden dar casos similares.

Pero una cosa es usar estas etiquetas en esas situaciones por cuestiones éticas y prácticas y otra bien distinta es defenderlas a muerte como entidades de cosas reales que están hay fuera en el mundo como las montañas, los ríos, las personas, etc. 

El modelo del «imperio» está  tan extendido y generalizado que en esos ámbitos no usar esas etiquetas es sinónimo de que defiendes la antipsiquiatría o que sencillamente te has psicotizado y estás fuera de la realidad.

Sin embargo un análisis científico de estas entidades y de las llamadas causas del modelo biomédico (el principal interesado en que se generen) no se sostiene en base a las evidencias. Hay muchos poderes interesados en la generación de estas etiquetas, desde amplios sectores de la APA hasta sectores farmacéuticos, se juega mucho dinero en esto.

Una gran cantidad de la demanda a los centros de salud lo son por problemas depresivos que pasados por el modelo medico reciben psicofármacos en el mundo por toneladas; imagine los billetes que mueve todo esto.

Ese es el problema grave, usar las etiquetas de modo circular para explicar todo sin explicar absolutamente nada.

Estas etiquetas son solo descripciones de clases de conductas problemas que presentan las personas, descripciones convencionales que cambian a lo largo de la historia y de los poderes psiquiátricos de momento.

No explican a que se deben esos problemas ni siquiera como abordarlos. Además son flashes o fotos fijas para capturar atascos en trayectorias de vida que siempre la desbordan. 

A veces si que la explican como hipótesis de fallos cerebrales de causa bioquímica o genética o de esquemas o conflictos mentales internos que suelen ser merar hipótesis con implicaciones prácticas bien graves. 

La más graves son situar a la persona como un actor pasivo de un padecimiento de un supuesto trastorno interno del que muchas veces tiene poco control, estimularles a luchar para controlar pensamientos y sentimientos inadecuados más que en centrarse en acciones de contra-control de situaciones adversas y alejarlos de acciones que den sentidos a sus vidas intentando resolver conflictos mentales interminables o que la neurociencia descubra el fármaco que le haga dejar de sufrir en su vida

Basta con leer un poco en torno a las críticas de los sistemas DSM-CIE para darse cuenta de los arbitrarias que son, el daño que hacen estigmatizando a la gente y como se postulan como nombres de enfermedades mentales sin tener una realidad como tales.

Evidentemente la gente sufre y presenta problemas con y sin etiquetas, pero si además le pones etiquetas se despliegan una serie de estrategias de intervención que derivan de creer, sin evidencia, que hay una avería en la cabeza de la gente que presenta tales etiquetas. 

Si es cierto, hay personas que deliran y presentan alucinaciones a las que se les etiqueta de psicóticos o esquizofénicos. Estas experiencias de estas personas suceden en la realidad y son la gasolina principal que sostiene en el fondo a los defensores de las etiquetas y del concepto de enfermedad mental. Sin embargo esas experiencias  que son reales, parecen responder a otras circunstancias bien distintas a supuestos fallos cerebrales, aspecto al que daremos cabida en sucesivas entradas en este blog.

Solo un dato, todas las campañas desde los servicios de salud mental para que se estigmatice menos a los llamados enfermos mentales suelen ser un conjunto de predicaciones bien intencionadas y un fracaso real. Vean si la promoción de las etiquetas mentales ayudan en esto.

Aún, a mi consideración, es mas grave cuando aparecen psicólogos que se dicen  contextuales y promulgan la utilidad pragmática de las etiquetas, ya que argumentan que a la gente hay que decirles lo que les pasa y estas hasta te la pueden exigir.

Y es cierto que muchas personas te pueden exigir las etiquetas para justificar que no pueden volver a trabajar o a ir a hacer ciertas actividades, etc. Es decir tienen una función o beneficio, legítimo o no.

A estos colegas le da igual usar o no las etiquetas pues consideran que la mejor manera de convivir con el imperio es usarlas como uno más.

Parecen no caer en la cuenta de que a las personas se les puede hacer otras devoluciones funcionales de sus problemas y empoderarlas desde las acciones en su medio de vida no desde esclarecer  o arreglar el fallo de su cabeza, perspectiva del todo distinta.

Tampoco parecen conscientes, o simplemente les mueve otros intereses, de que usarlas promueve la práctica cultural de más de lo mismo, reforzando así las explicaciones más tradicionales de que a las personas «les pasa algo y tienen algo por dentro» que explican sus dificultades

Los psicólogos no debemos copiar el modelo biomédico, tenemos cosas que decir y hacer desde ángulos y perspectivas bien distintas.

Y en esto no solo los contextuales tenemos algo que decir, sino también otros colegas que desde perspectivas distintas sitúan los problemas psicológicos en el contexto de las vidas  y las relaciones de las personas, no en mundos mentales ni neuronales internos.

Ojo, no negamos la existencia de mundos mentales y neuronales, pero si defendemos que estos mundos forman parte de la relación global de las personas con las situaciones de sus vidas, no son mundos al margen de estas interacciones,  que son la urdimbre donde están realmente las raíces de los problemas y las potenciales alternativas a estos.

Entiendo que a mi agaponis le guste salir de su jaula porque tiene mas posibilidades (reforzadores)  de volar, extender sus alas, picotear muebles, tejidos, e incluso interaccionar conmigo.

Y entiendo que a muchos colegas les guste picotear los diagnósticos pues le dan un caché, como una especie de mini-psiquiatras o pseudopsiquiatras para obtener beneficios en determinados ámbitos.

O sea comprender, lo comprendo, compartirlo no lo hago.

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